Hoy cayó tu esperanza boca arriba en el suelo.
Tu pelo, chuza y tierra, rodó junto al viento
el yerto pavimento floreció con tu sangre
llenándose de rosas, coronando tus sienes.
Tal vez te ungió la calle
en mudo intento por hacerte su dueño.

Después de tu caída,
con ese ruido sordo y seco,
la muerte escurridiza se adelantó al silencio
haciendo pedazos tu apuro y el asesino premio.

Seguramente pensaste ganarle al horario,
buscando este mes conseguir ese aumento.
Qué absurdas suenan ahora las siniestras palabras:
Horario, presentismo, producción y hasta el mísero sueldo.
Tus ojos ya vencidos no entienden qué pasa
o sí, tal vez, quién sabe…

Fuente de la imagen


Como mirando al grupo que formamos,
a esas manos callosas que aprietan fuerte el bolso
a esos mudos testigos del acto de tu muerte.
Intentaste moverte y fue inútil.
Solamente tus ojos gritaban desde lejos, diciendo:
No corran.
No vale la pena.
No hay que hacerle el juego
ni al reloj ni a los dueños.
Ser pobre no se cambia en una sola carrera.

Nos fuimos de uno en uno y vos, allí quedaste
tirado
durmiendo
solamente la calle coronó tu apuro.
Todos llegamos tarde, tal vez unos minutos.
Ninguno ganará en esta quincena el asesino premio.
Pero… sólo a vos,
la calle le ciñó su corona con las rosas de fuego.

*** Daniel Omar Granda ***

*A Juan Pavimento, arrollado en la vía pública en la madrugada del 13/6/80.

Un comentario sobre «ROSAS DE FUEGO (282)»

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