La noche más fría
me cubre y me aplasta.
La noche más vacía
me quita las ganas
de sostener mis costillas
y me quiebra el alma.

La tremenda noche
del fin de la vida
se torna, día a día
más densa y pesada.
Contabilizo, entonces, mis huesos
con la morbosa esperanza
de que se entreguen al tiempo,
y caigan.
