Oh, pobre corazón,
que hoy mueres sin remedio.
Oh, morboso silencio,
lleno de gritos inaudibles y
palabras amuralladas
que no pueden escapar
del epitafio siniestro.
Sepulturero implacable
de esperanzas y misterios,
de promesas perdidas
entre la bruma del tiempo.
Oh, morbosa muralla,
que pretendes no escuchar
los gritos del silencio.
Pobre corazón que aún sigues latiendo,
mientras te ahogas y mueres,
sumergido en el estiércol.
Oh, morbosa esperanza
que insuflas en el viento
la ilusión de algún mañana
que nos saque de éste infierno.
Oh, pobre corazón que mueres sin remedio.
DANIEL OMAR GRANDA