Mi vida es como la de una tortuga.
Vivo dentro de un caparazón,
a prueba de sentimientos,
donde me siento seguro.
Solo, pero seguro.
A veces quiero dejar entrar a alguien,
arriesgarme,
pero el caparazón está ahí,
no se puede quitar.
Hace parte de mi.
¿Qué hago?
Una tortuga no puede vivir sin caparazón,
pero tampoco quiere vivir en soledad.
¿O si?
Una vez dejé entrar a alguien,
pero salió por su cuenta.
Mi ritmo era lento,
como las tortugas.
Ella tenía alma de liebre.
No estaba destinada a ser.
Solo espero que,
como en la naturaleza,
la longevidad sea
otro de mis parecidos
a las tortugas
y quizá,
llegue mi media tortuga.
**SoyGranda85**
Poesía sencilla pero muy profunda. Enhorabuena, primo.