La angustia eterna del solo ser
queda en mi alma.
El tiempo, pasajero necio,
voló entre mis dedos,
mientras mis manos,
tejieron en tu cuerpo
la trama de sus sueños.
Este amor sin regresos
no se gestó en tus entrañas porque,
(al menos eso creo)
la vida,
esa señora de compromiso abyecto,
no acepta el ciego traqueteo
de andar y detenernos.
Ella solo genera.
No vive del ensueño.
Pero quizás, el grito enfurecido
de nuestro amor absurdo,
quiebre de un solo golpe
el quiste del pasado,
y renazca
en los labios duroblando
del sinrostro,
el brote cristalino
del ser que nos fundimos.
*** Daniel Omar Granda ***