Los finales siempre piden cuentas. Lo que tan rápido sube como la espuma, rápidamente se acaba precipitando al vacío. Quizá me quede el tiempo suficiente para poder explicaros el principio que nos llevará a un final inesperado.
Éramos un grupo de rock y llegamos a tocar el cielo con las manos y, de repente, en un pestañear, caimos. Caimos en un profundo pozo donde el vacío nos acababa consumiendo, si no lográbamos salir. Abrazábamos con fuerza un viejo silencio que nos ahogaba y nos hundía, poco a poco, en la miseria. Nos presionaba el pecho y nos anulaba nuestras posibilidades de poder seguir existiendo.
Éramos muy conscientes de haber tocado techo y de haber caido tan bajo, hasta tocar fondo y no levantar cabeza. Incluso, algunos como yo, cogíamos impulso y saltábamos, una y otra vez, para saltar y alcanzar lo que nos era negado. No había manera de salir de allí.
Vivimos en el Olimpo durante casi 15 años. Nos rodeaba una omnipresente verdad, mientras éramos conscientes de vivir una grandísima mentira, pero a muchos les daba igual. La fama es una droga muy dura. Lo malo es caerse del pedestal. Perdimos mucho durante aquellos años, más de lo que pensábamos y menos de lo que nos dábamos cuenta.
Fuímos como títeres, viejas marionetas, manejadas a placer por alguien que controlaba los hilos. Hoy apenas nos dejan que levantemos cabeza. Desperdiciamos mucho más que nuestras propias vidas en aquel extraño juego. Desperdiciamos algo más que nuestra suerte en aquel inédito sueño. Muchos seguimos sin saber qué pasó realmente.
Nos evadimos de nuestras vidas para poder vivir otras más dulces, más dinámicas, más electrizantes… Unas vidas más acordes a nuestros sueños. Hoy apenas tienen respeto a todo lo que fuimos. Somos pioneros de temas tan escabrosos y difíciles de comprender porque aún sigue mandando la sociedad de consumo.
Trabajamos para alguien que no sabemos quién es, pero nos arrebatan ese sueño por el que algunos peleamos como leones. Somos conscientes de que a casi todos, en algún momento de sus vidas, la suerte o el éxito, les acaba por sonreir. Luchamos y mantenemos viva la llama que nos encumbre a lo más alto. Quizá lo más complicado es el inestable pedestal donde suelen colocarnos. Siempre habrá alguien por encima de nosotros en un pedestal más inestable y muchos más por encima. El caso es que, cuando el de más arriba se caiga, evadir el tropezar con él y seguir manteniendo el equilibrio, es cuestión de prioridad.
Los años no pasan en balde. Puede ser todo tan inútil si no conseguimos lo que queremos…
Afortunadamente yo he cambiado de gremio y de faceta. La risa contagiosa de los niños me llena por dentro de una especie de magia que no logro describir. Parece mentira que por habernos tratado como marionetas, hoy ése sea mi trabajo. La sonrisa, la alegría de los niños es todo para mi. Me debo en cuerpo y alma a mi público. No puedo faltar a mi trabajo, mi cuerpo me lo impide.
Parece mentira que hace unas horas, enterraba a mis padres y, en 10 escasos minutos, empiece mi función.
Nos vemos en el teatro…
*ICARO©