Decía Pablo Neruda sobre él que:
«Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!».
Miguel Hernández nació en Orihuela hace 110 años, en 1910, y murió hace poco más de 78 años, en 1942. Contaba con 31 años y era un extraordinario poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo XX. Por muchos considerados como integrante de la Generación del 36, fue consagrado un icono de la generación anterior, la Generación del 27. Dedicado al pastoreo desde bien pequeño, leía con avidez y escribía sus primeros poemas, mientras cuidaba del rebaño.
No llegó a cumplir los 32 años. Miguel Hernández murió joven y a consecuencia de una tuberculosis en el penal de Alicante. Su lucha por la defensa de la República le llevó a la muerte hace 78 años.
«Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas»
(Vientos del pueblo me llevan)
Pero fue un 30 de octubre, hace 110 años, cuando nació el poeta. Lector empedernido desde niño, cuentan que su padre le pegaba cada vez que le veía leer por la noche.
Trabajando en el campo, en su Orihuela natal, comenzó a escribir. Su infancia en Alicante y sus raíces impregnarían luego gran parte de su obra. «Miguel era tan campesino que llevaba un aura de tierra en torno a él», afirmaba su gran amigo Pablo Neruda.
«Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias».
(Canción última)
En plena Guerra Civil fue encarcelado y condenado a muerte. Una pena que gracias a sus amigos y a sus admiradores dentro del bando nacional fue conmutada por 30 años de cárcel. Un período en el que sufrió por su mujer, perdió a uno de sus hijos y enfermó.
«Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando vienen»
(Llamo a la juventud)
Al paso de los años, sus amigos le pidieron que se arrepintiese, que renegase de su defensa por la República. Pero nunca aceptó lo que para él era una humillación y prefirió seguir fiel a sus ideas hasta el final de sus días.
«Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y desde siempre»
(Sentado sobre los muertos)
*ICARO©