En un mes de enero de hace unos años, tuve la oportunidad de visitar el barco de Green Peace: el Rainbow Warrior II (guerrero del arco iris), amarrado en el puerto de Buenos Aires, para efectuar una serie de reparaciones. Este es el barco insignia de la Organización No Gubernamental (ONG), de carácter mundial dedicada a la defensa de la ecología y del medio ambiente.

El guerrero anterior, fue hundido por buzos tácticos de la marina francesa en un atentado en oportunidad de efectuarse las pruebas nucleares en el Atolón de Mururoa, en el Océano Pacífico. Como todo guerrero de la esperanza, otras manos, otros pechos, otras ganas reemplazaron al caído que descansa sus sueños de utopías en las profundidades del océano.

Las pruebas nucleares continuaron, pero los sueños de los hombres también. Francia tuvo que indemnizar a Green Peace y un nuevo barco insignia surca incansable, los mares y océanos, proclamando la posibilidad de un mundo mejor. Según los entusiastas militantes de Green Peace, este Rainbow Warrior es un barco absolutamente ecológico: Navega a vela y a motor pero, utilizando un combustible apto para el medio ambiente y que no contamina.

Su tripulación rota cada cuatro meses y está compuesta por un ramillete de muchachos y de chicas del mundo entero, que buscan la armonía del planeta. Como todo barco que se precie de tal; cuenta con un Capitán, un Primer y Segundo Oficial, además de los esforzados voluntarios que embarcan en todos los puertos del mundo, participando en acciones preventivas para defender al medio ambiente.

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Los chicos y chicas en el Rainbow, hacen de todo. Desde cocinar; lavar las cubiertas; atender las sentinas o subirse a un Gomón con motor, para ponerse debajo de otro barco que pretenda tirar al mar containers con desechos nucleares, arriesgando sus propias vidas. O también, en otras oportunidades, con esos Gomones con motor, logran interferir en la operación de los barcos balleneros para intentar obstruir, por lo menos, en la matanza indiscriminada de dichos cetáceos en todos los mares del planeta.

En nuestro país, entre otras acciones, Green Peace se opuso enérgicamente a la posibilidad de que la localidad de Gastre, en la provincia del Chubut, se convirtiera en un enorme reservorio de desechos nucleares; así también como a la posibilidad de que se empleen incineradores de residuos tóxicos, que emanen al aire libre contaminando la atmósfera, como el que funciona en la ciudad de Zárate, Provincia de Buenos Aires.

Pero estas chicas y muchachos ambientalistas, no sólo accionan protegiendo la naturaleza, también saben disfrutar de la buena mesa y sobre todo con los amigos. En oportunidad de mi visita como cronista del diario La Voz de la Histórica, de Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos; no podía dejar de husmear por la cocina del Guerrero del Arco Iris, donde  una de sus asistentes de campaña del ozono y voluntaria desde 1992, Marina Orman, nos preparó unos crêpes rellenos que merecen estar en el libro Guinnes de la gastronomía mundial.

*** Daniel Omar Granda ***

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