Qué cruel, es a veces,
la palabra.
Albañil de silencios amurallados,
con la amalgama
de nuestros pobres sueños.
No se detiene ante nada,
no duda,
se muestra exacta.
Inequívoca hasta el miedo,
nos deja solos,
a merced de una lógica que aplasta.
Nos atrapa en su red pegajosa,
nos tritura en sus contornos,
nos devora en un fonema
y luego, nos vomita
de su vientre prostituto
abultado por siglos de glotonería.
*** Daniel Omar Granda ***