Qué distinto se ve todo desde aquí arriba. Qué importa si es noche o día, si acabo de morir. Así de despejado estaba y qué poco nos duró. Tormenta y nervios.
Dentro del coche no cabe una palabra más. Si no entiendes las cosas, no soy yo, quien te las tiene que explicar. Son cosas del destino. A mi no me tocó este papel.
Suplicas otra oportunidad y comienzan a arrollar las primeras lágrimas. Las primeras gotas caen sobre el cristal. Fundidos en un abrazo que no tiene final.
Se acercan nubes negras y lluvia intensa que hasta mi casa me acompañarán. Esa luz se apaga, no se encenderá. Si ves que lo hace, es que ésto es el final.
Aquí acaba todo, te pierdo para siempre, a dos metros de tu portal. La distancia no es el olvido, pero si un remedio natural. A las dos os pierdo, por no respetar mi espacio en este pedestal.
Un ingenuo Dios de barro que contra el suelo impactó. Aquí da fin el sueño de ser un poco mejor. Por alegría, triste acabo y, por tristeza, de nuevo se rompe mi corazón.
A cada paso de vuelta a casa, cada gota que impacta contra el cristal, cada lágrima que voy derramando, cada luz que se apaga… me hunde un poco más.
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