Miércoles 17 de ochobre / octubre:
“Una mañana, por delante de casa de mi abuelo, pasó don Luciano rodeado de cuatro hombres armados. Ninguno era de Ablaña, aunque sí de pueblos vecinos. Marchaban camino del cementerio de Loredo, en donde le iban a matar, anunciaban vociferando los que le escoltaban. Probablemente vociferaban para darse ánimos. También le llamaban “Rasputín”. Don Luciano reconoció la casa de mi abuelo y al vernos en el corredor pidió agua. Ya se consideraba muerto y quería agarrarse a este mundo. Mi madre cogió una jarra y bajó a dársela. Ellos marchaban concentrados en lo que iban a hacer y la interrupción les molestó. Uno, que era de Manigua, le dijo con aspereza:
-Apártate, Josefina, que éste ya no necesita más agua.
Siguieron pueblo abajo, dando voces. Aún les quedaba una caminata larga, que formaba parte de la venganza. Aunque quizá don Luciano le parecía demasiado corta: para él el tiempo ya corría de otra manera.
El cuerpo de don Luciano apareció en el cementerio de Loredo con cuatro tiros de cuatro armas distintas. Mi padre estaba en el frente de Oviedo y cuando volvió pensé que de haber estado en casa habría hecho algo por salvarle. Habría dicho a aquellos hombres que la lucha de Asturias era para dejar de ser víctimas, no para convertirse en verdugos. Pero, mi padre, ya digo, y todos los hombres de Ablaña se habían ido a Oviedo”.
José Fernández. “Cuando el mundo era Ablaña”. Ed. El Museo Universal. Madrid, 1991.
“Por el momento no tenemos quejas de médicos, farmacéuticos, practicantes, y otras profesiones que parecían alejadas de nuestras inquietudes espirituales. En cambio, panaderos y comerciantes de ciertos artículos de abastos parece como si quisieran poner un grano de arena en el carril que recorre la locomotora de la revolución.
Somos enemigos del extremismo innecesario, pero sepan ellos y cuantos tratasen de imitar su conducta, que obraremos rápido y eficazmente. Al pueblo hay que servirlo cumplidamente y con la dignidad que merece el que pueda ostentar como nadie el título de creador de toda la riqueza.
La Felguera, 17-10-1934.
El Comité Revolucionario”.
Aurelio de Llano Roza de Ampudia. “La Revolución en Asturias, 1934. Pequeños anales de quince días”. IDEA, Xixón, 1977.
Jueves 18 de ochobre / octubre:
“A todos los trabajadores:
El día cinco del mes en curso comenzó la insurrección gloriosa del proletariado contra la burguesía, y después de probada la capacidad revolucionaria de las masas obreras para los objetivos de gobiernos, ofreciendo alternativas de ataque y defensa ponderadas, estimamos necesaria una tregua en la lucha, deponiendo las armas en evitación de males mayores. Por ello, reunidos todos los comités revolucionarios con el provincial, se acordó la vuelta a la normalidad, encareciéndoos a todos os reintegréis, de forma ordenada, consciente y serena, al trabajo. Esta retirada nuestra, camaradas, la consideramos honrosa por inevitable. La diferencia de medios de lucha, cuando nosotros hemos rendido tributo de ideales y de hombría en el teatro de la guerra, y el enemigo cuenta con elementos modernos de combate, nos llevó por ética revolucionaria a adoptar esta actitud extrema. Es un alto en el camino, un paréntesis, un descanso reparador después de tanto surmenaje. Nosotros, camaradas, os recordamos esta frase histórica: “Al proletariado se le puede derrotar, pero jamás vencer.”
¡Todos al trabajo y a continuar luchando por el triunfo!
Comité Provincial Revolucionario de Asturias 18 de Octubre de 1934″.
Bando del Comité Revolucionario de Asturias.
“Camaradas, soldados rojos: aquí ante vosotros, sin ningún temor, seguros de que hemos sabido cumplir el mandato que nos habéis confiado, venimos a daros cuenta de la triste situación en que ha caído nuestro glorioso movimiento insurreccional. Vamos a daros cuenta de las conversaciones sostenidas por nosotros con el general del ejército enemigo, así como de las bases propuestas por éste y que debemos aceptar si queremos la paz.
Tened en cuenta, queridos camaradas, que nuestra situación no es otra que la de un ejército vencido. Vencido momentáneamente. Todos, absolutamente todos, hemos sabido responder como corresponde a trabajadores revolucionarios. Socialistas, comunistas, anarquistas y obreros sin partido, empuñamos las armas para luchar contra el capitalismo el 5 de octubre, fecha memorable para el proletariado de Asturias.
Sólo nuestra región resiste y lucha contra el ejército y el Gobierno de la burguesía. El resto de la península no da señales de vida en lo que a la insurrección se refiere, si bien en algunas provincias ha sido declarada la huelga general, pero sin pasar a más.
Camaradas: Si creéis que somos unos traidores, como algunos manifiestan, pegadnos un tiro, o haced con nosotros lo que mejor os parezca. Pero no continuéis vertiendo sangre cuando ya todas las posibilidades de éxito están perdidas. No nos negamos a luchar y seguiríamos con las armas en la mano hasta derramar nuestra última gota de sangre, siempre que nuestro sacrificio se viera compensado con el triunfo de nuestra insurrección en Asturias y en el resto de la península. Pero lo que no podemos admitir y claramente os lo manifestamos, es seguir gastando un momento más nuestras fuerzas inútilmente.
No es de cobardes deponer las armas cuando claramente se ve que es segura la derrota, derrota que no puede considerarse como tal si pensamos en la potencialidad de nuestro enemigo así como en los medios y las armas que éste ha tenido que emplear para combatirnos. Nadie, absolutamente nadie, podrá borrar de la historia lo que significa nuestra insurrección”.
Discurso de Belarmino Tomás en el balcón del Ayuntamiento de Sama, el 18 de octubre de 1934.
“Disponga avanzar mañana a las siete en dirección a Ujo y Mieres. Stop. Hay la casi seguridad de que nuestras fuerzas no serán hostilizadas. No obstante, adopte medidas de seguridad durante la marcha de la columna ocupando alturas, pero avance sin vacilaciones. Si la fuerza fuese agredida, pero en número, deberá rechazar la agresión con disparos sueltos de fusilería, no empleando ni ametralladoras ni menos artillería. Jefe mineros conferenció hoy conmigo ofreciendo entregar armas”.
Telegrama del general López Ochoa al general Balmes.
Viernes 19 de ochobre / octubre:
“En Mieres cada uno fue para su casa creyendo que no habría represión y que cada cual podría volver al trabajo. Todavía, antes de que llegara el ejército, pasé por la sede del Partido, con otros dos, a retirar una multicopista que teníamos allí. Era un aparato grande, de rabil; lo guardé en el desván de mi casa”.
Miguel Rodríguez Muñoz. “Recuerdos de octubre del 34”. Ástura: Nuevos Caratafueyos d’Asturies. 1985.
“El movimiento revolucionario toca a su fin y el Comité local que controlaba la vida civil de Mieres declinó los poderes de que estaba investido. Un grupo de ciudadanos no combatientes se encargó de tranquilizar los ánimos. Consciente este grupo de la gravedad del momento y de las críticas circunstancias, se encarga interinamente de asegurar la paz. Se advierte la probable llegada por uno o varios límites del concejo de las fuerzas armadas del Gobierno, las cuales por ningún concepto serán hostilizadas”.
Bando del Comité de Paz de Mieres, del 19 de octubre de 1934.
Sábado 20 de ochobre / octubre:
“La casa de Belarmino Tomás fue saqueada por 19 guardias civiles, que irrumpieron violentamente en ella, y entre los cuales algunos llevaban aún las ropas que el propio Belarmino Tomás les había facilitado para salvarlos, al iniciarse el movimiento, de las iras de la muchedumbre que los quería linchar. Los guardias destrozaron los retratos de Pablo Iglesias, Largo Caballero y Máximo Gorki, y una ampliación de la fotografía del entierro de Manuel Llaneza. Se llevaron todo lo que les pareció tener algún valor: dos relojes, una dentadura, un impermeable, una gabardina, a más de otros objetos, entre ellos un kilo de dulce y quince pesetas en metálico. Después de lo cual obligaron a la hija de Belarmino Tomás, Pura, de dieciséis años, a recorrer durante horas las calles de Sama, descalza, bajo una lluvia torrencial, y constantemente injuriada del modo más soez por esos dignísimos representantes de la autoridad”.
Margarita Nelken. “Por qué hicimos la revolución”. Barcelona, 1936.
“Don Eduardo López de Ochoa Portuondo, general de División de los Ejércitos Nacionales, inspector general del Ejército y General en Jefe del Cuerpo de Ejército de Operaciones de esta provincia, Ordeno y Mando:
… – Artículo 3º. Las personas que teniendo noticias de algún depósito de armas, municiones o explosivos, no lo participasen en el más breve plazo posible, incurrirán igualmente en la responsabilidad que les corresponde.
Espero de la comprensión de los habitantes de esta provincia y en especial de la cuenca minera, que no den lugar a que me vea obligado a derramar sangre fuera de combate, lo que es contrario a mis sentimientos de amor al pueblo y a la humanidad en general, pero estoy firmemente resuelto a ejecutar lo que anuncio, porque la salud de la Patria lo exige.
Oviedo, 20 de octubre de 1934”.
Eduardo López Ochoa. “Campaña militar de Asturias”. Madrid, 1936.
FUENTE
https://www.mieres.es/