Miércoles 10 de ochobre / octubre
“Una alegría de cielo invadió los semblantes, una vez que terminamos las confesiones. Ya no temían la muerte. Todos estaban resignados a la voluntad de Dios y estaban seguros de que Él tendría misericordia de sus almas, si llegaban a cumplirse sus temores.
Mientras todos dormían, el párroco conversaba con el director de la escuela, José Sanz Tejedor, cuando llegó un grupo de fusileros acaudillado por Silverio Castañón y Fermín García El Casín. El primero había logrado que el comité dictara sentencia de muerte, venciendo la resistencia de algunos como Leoncio Villanueva, jefe local de la Masonería. Rechazó las peticiones de clemencia y se apresuró en la ejecución, teniendo que reclutar el piquete ejecutor en Mieres y Santullano, pues no encontró secuaces en Turón.
Salieron de dos en dos. Los carabineros iban al frente. El último lugar lo ocupó el padre Inocencio. Ocho o diez minutos tardaron en llegar al cementerio. Siguieron la senda que sube por la ladera de la montaña. Ante el cementerio tuvieron que esperar un rato. El enterrador no había acudido todavía. Se dio orden de avanzar hasta el centro del cementerio. Allí estaba preparada una zanja de unos nueve metros. Se les colocó ante ella. A unos 300 metros, se alzaba el edificio del Colegio Virgen de Covadonga, iluminado a aquellas horas de la noche.
Castañón dio la orden de fuego. Tras dos descargas, algunos que habían quedado con señales de vida, recibieron un disparo de pistola”.
Relato del párroco José Fernández y el coadjutor José Manuel Álvarez.
“Su peculiar manera de mantener el orden público (el Comité revolucionario de Turón) en la nueva situación les llevaría lisa y llanamente a imponer una especie de terror rojo, deteniendo de inmediato a 26 personas de las que asesinaron a 12. Tan macabra actuación la realizaron en dos fases: la primera en la noche del 8 al 9 de octubre cuando, tras un simulacro de consejo de guerra asesinaron a ocho frailes del colegio de La Salle, a un padre pasionista que pasaba por allí al que detuvieron cuando iba a oficiar misa al citado colegio y a dos jefes de carabineros, un coronel y un comandante”.
David Ruiz. “Octubre de 1934. Revolución en la República española”. Síntesis, 2008.
“Ahora que conozco las atrocidades cometidas con nuestros compañeros, me falta la serenidad precisa para enjuiciar aquel hecho de Turón, desligado por completo de la norma que la revolución llevaba trazada”.
Ignacio Lavilla. “Los hombres de octubre”. Xixón, 2004.
Jueves 11 de ochobre / octubre
“Comité Revolucionario de Alianza Obrera y Campesina de Asturias.
A todos los trabajadores:
Compañeros: Ante la marcha victoriosa de nuestra revolución, ya gloriosa, los enemigos de los intereses de nuestra clase utilizan todas sus malas artes en intentar desmoralizar a los trabajadores asturianos que en magnífico esfuerzo se han colocado a la cabeza de la Revolución proletaria española.
Mientras en el resto de las provincias se dan noticias de que en Asturias está sofocado el movimiento, el Gobierno contrarrevolucionario dice en sus proclamas a los trabajadores de nuestra región que en el resto de España no ocurre nada y nos invita a entregarnos a nuestros verdugos.
Hoy podemos decir que la base aérea de León ha caído en poder de los obreros revolucionarios leoneses y que éstos se disponen a enviarnos fuerzas en nuestra ayuda. Contra la voluntad indomable del proletariado asturiano, nada podrán las fuerzas del fascismo.
Estamos dispuestos, antes de ser vencidos, a vender cara nuestra existencia. Tras nosotros, el enemigo sólo encontrará un montón de ruinas.
Por cada uno de los nuestros que caiga por la metralla de los aviones, haremos justicia con los centenares de rehenes que tenemos prisioneros.
Sépanlo nuestros enemigos. ¡Camaradas: un último esfuerzo por el triunfo de la revolución! ¡Viva la revolución obrera y campesina!
11-10-1934.
El Comité.”
Aurelio de Llano Roza de Ampudia. “La Revolución en Asturias, 1934. Pequeños anales de quince días”. IDEA, Xixón, 1977.
Viernes 12 de ochobre / octubre
“La aviación no podía olvidar a Mieres, centro de la insurrección. A las nueve de la mañana ha volado sobre la población, inspeccionando las calles más céntricas, sobre las cuales ha empezado enseguida el bombardeo. La mayoría de las víctimas son mujeres y niños. En la calle Ramón y Cajal, a unos metros del Ateneo Popular, una bomba ha hecho nueve muertos y catorce heridos. Al final de esta misma calle, otra bomba ha herido ocho personas y ha producido grandes destrozos. Lo mismo sucede en otros puntos de la población”.
Manuel Grossi Mier. “La insurrección de Asturias”. Ediciones Júcar. Madrid, 1978.
“Compañeros: Estamos creando una nueva sociedad. Y como en el mundo biológico, el alumbramiento se verifica con desgarramientos físicos y dolores morales. Son leyes naturales a las que nadie ni nada escapa. El hombre más preclaro que produjo la Humanidad, nació de madre moribunda, rendida a los dolores del vientre desgarrado. Es fatal que así sea. La muerte produce la vida. La agonía de un moribundo, su último aliento, va a fortalecer los pulmones de un recién nacido. Va a darle vida.
No os extrañe, pues, trabajadores, que el mundo que estamos forjando cueste sangre, dolores, lágrimas; todo es fecundo en la Tierra.
Ahora bien: Esta obra de gigantes necesita del concurso de todos. Los jóvenes varones se baten en las calles con un entusiasmo y valor digno de la causa que se defiende. Son los verdaderos héroes de esta jornada que van a libertar de la esclavitud a la clase trabajadora. Y, como todos somos necesarios, a los que no luchan con el fusil se les pide su cooperación personal para cuantas operaciones secundarias sean necesarias. El abastecimiento del vecindario es complicado. Lo hace más difícil la falta de transportes ferroviarios que habría, según lo convenido, de proporcionarnos lo que nos hiciera falta. Será cuestión de días normalizar la vida de trabajo, a la que nos corre prisa llegar.
Sí, sí; nos corre prisa dejar las armas, queremos pronto licenciar la juventud para que se dedique a crear y no a destruir, porque es un verdadero sarcasmo que quien nace para dar vida empuñe instrumentos de muerte. Será cuestión de horas, las necesarias para que se convenzan los antiguos privilegiados de que sus privilegios han terminado para siempre, como terminó en su época, el derecho de pernada de los señores feudales.
Atendiendo a las dificultades que hemos de encontrar en el abastecimiento de víveres, las familias han de cooperar, en lo que puedan, los días que duren las estrecheces económicas. Cada hogar se surtirá de lo sumamente indispensable, sacrificando el estómago. Si alguna familia puede pasar unas horas sin un artículo, no debe pedirlo. Los labradores deben consumir en estas horas difíciles, los pocos productos de que dispongan, en la seguridad de que muy pronto pondremos a su disposición útiles de trabajo, semillas y abono.
Las clases que se resistan a ingresar en las filas de los trabajadores, porque tienen dinero o crédito, desde hoy no podrán surtirse en la forma que lo venían haciendo. Los comestibles que en el día de hoy, y en adelante, se expendan, son de nuestros almacenes. Los expendedores, en cuya honradez fiamos, que sean infieles, ya sabremos cómo hemos de tratarlos, advirtiéndoles que no son estos los momentos más propicios para contemplaciones.
El pueblo en general ha de sentir la inmensa satisfacción de ver su ideal realizado. Pocas horas no más, y habrá más pan en todos los hogares y más alegría en los corazones.
Seamos todos dignos de los momentos en que vivimos, levantando la frente tantos siglos humillada.
Soldados del ideal: en disposición y en alto vuestro fusil; aún hay enemigos. Todavía miles de hermanos de clase se baten en algunos pueblos. Nuestro triunfo no puede hacernos olvidar que vuestra voluntad y esfuerzo serán necesarios a otros trabajadores que luchan con más dificultades.
Mujeres: por vuestros hijos que van a forjar en adelante un mundo mejor, ayudad en esta empresa. Consumid poco, lo estrictamente indispensable; sed vosotras también dignas de la hora actual.
¡Trabajadores! ¡¡Viva la Revolución Social!!
Grado, Octubre de 1934
El Comité Revolucionario”
Bando del Comité Revolucionario de Grado. A los trabajadores y campesinos del concejo de Grado. Aurelio de Llano Roza de Ampudia. “La Revolución en Asturias, 1934. Pequeños anales de quince días”. IDEA, Xixón, 1977.
FUENTE
https://www.mieres.es/