Desde pequeño, me enseñaron a apreciar los motivos, por los que nuestra existencia, se nos hace un poco más amena. Recuerdo que mi abuelo me contaba, con sus ya cumplidos 90 años, que los verdaderos lujos de la vida, se encuentraban en los pequeños detalles; que los caminos más cortos, no siempre eran los mejores; que soñar era gratis; que nadie moría hasta que no se le olvidara; que había algo llamado “destino” que era como un gran libro, donde todos teníamos cabida en él, donde los sueños de cada uno, estaban escritos y no había manera de poder cambiarlos.

Sus palabras me llenaban por dentro, porque con él aprendía grandes cosas. Nunca tenía sueño, si estaba cerca de él, lloraba si me tenía que ir para la cama. Sus típicas batallitas de cuando la guerra, eran las que siempre me dejaban con la boca abierta. Siempre quería escucharlas de nuevo, una y otra vez. Me fascinaban…

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Recuerdo que una de esas historias, me apasionaba. Esa que relataba cómo una noche de otoño, durante el mes de Octubre, en plena Guerra Civil Española, un gran número de niños de todas las edades, se jugaron la vida, para labrarse un futuro cercano, lejos de su tierra. Los llamados niños de la guerra, me impactaron tanto que decidí hacer un apartado muy especial en mi propia historia, dedicándoselo a todos aquellos que lucharon en esa guerra. Pero no sólo a los vencedores, sino también y especialmente, a los vencidos.

En realidad, vencedores y vencidos, vienen a ser lo mismo. Queriéndolo o no, todos perdieron algo más que a unos seres queridos durante la guerra. Tierras, hogares, familias… Todos lloraron por algo que se les fue arrebatado. Para los más creyentes, era una guerra que el Señor, así estipulaba; para los ateos, era algo que un Dios era incapaz de permitir. Desde esa época hasta nuestros días y durante tiempo atrás, todo se ha decidido por bandos: los grises y los rojos, los de izquierdas y los de derechas, los países desarrollados y los subdesarrollado.

Como bien decía mi abuelo, nunca llueve a gusto de todos y para cada roto siempre habrá un descosido.

Jezabel ✻ 🂽

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Por Jezabel

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