El destino hizo que naciera un 14 de abril (Día de la República). Y la República le marcó para siempre. José Herrera Sánchez nació en 1919 en San Cristóbal de la Cuesta, un pueblo cercano a Salamanca, pero su vida ha transcurrido en Sevilla. Antes, en su adolescencia, estudió en el Seminario Concilial de San Dámaso de Madrid, de 1932 a 1936. «Yo sólo quería ser sacerdote», afirma. Uno de sus malos recuerdos le lleva a sus paseos habituales de los jueves con sus compañeros de curso. Vestidos con sus sotanas soportaban que les llamaran «cucarachas, entre otras lindezas».
El 23 de agosto de 1936 José Herrera ingresó en el Requeté de Sevilla. Su lema, «Dios, patria y rey», le cautivó desde un principio. «Para mí la religión era lo más importante. Era vital», asegura con contundencia. Combatió primero como soldado y después como oficial. Su bautizo de fuego fue en la conquista de Ronda, donde conoció al general Varela. En diciembre participó en la ofensiva de Jaén. A partir de ahí comienza una dura vida de guerra de trincheras y de ofensivas contra el Ejército repúblicano.
Ante la inevitable pregunta de qué sintió cuando disparó su primer tiro, afirma sin remilgos: «Yo tiraba a matar. El enemigo hacía lo mismo. Estamos hablando de una situación extrema. No podemos juzgar los hechos con el pensamiento de hoy». Y asegura: «Si hoy tuviera que disparar probablemente, no lo haría a matar. Pero en aquel entonces no tenía madera de mártir».
Numerosas anécdotas documentan la dureza de la contienda: «Yo tenía los zapatos rotos, y le quité a uno de las brigadas internacionales que estaba muerto los suyos, que por el número de pie me iban fantásticos. No es para sentirse orgulloso, pero había que sobrevivir». Otro de los momentos más duros de la guerra que tuvo que afrontar fue en pleno mes de agosto en el frente de Extremadura: «Sin agua, ni un árbol para poder cobijarte del sol nos enfrentamos contra unos tanques. Un mando me ordenó que tomará unas latas de gasolina y se las arrojara a los carros de combate para incendiarlos». Cuenta también que en el frente de la Sierra de las Cabras hacía mucho calor: «En un momento de desesperación, un compañero requeté salió corriendo con unas cantimploras y se metió en un pozo cercano. Nos lanzaba agua mientras le cubríamos».
Durante la guerra Herrera perdió a muchos compañeros. Recuerda cómo en una ofensiva enemiga de 27 oficiales, quedaron tres, y de tropa poco menos de la mitad. «Mi unidad quedó deshecha». Y cómo durante una batalla cayó a su lado, de un disparo en el vientre, su agente de enlace, encargado de comunicar sus órdenes a sus subordinados.
«Aunque estaba totalmente prohibido hablar con el enemigo, nos saltábamos la regla a la torera para hacer intercambios con los rojos. Nosotros teníamos tabaco de la zona de Canarias, y ellos tenían papel de fumar porque lo fabricaban en Alcoy. Así que algunas veces hacíamos el intercambio, quedando entre trinchera y trinchera. Desde luego a quien le tocaba hacer el intercambio, lo pasaba fatal. Sabías que te estaban apuntando 100 fusiles». La noticia del fin de la guerra le llegó en las trincheras del Sector Cabeza de Buey, en la provincia de Badajoz, y junto con sus compañeros lo celebraron «tirando bombas de mano y pegando tiros como en el Oeste».
José Herrera piensa que España estaba reconciliada hasta la llegada al poder del PSOE. «Zapatero ha resucitado las tensiones que ya no recordaba la sociedad española. Ha establecido una ley de Memoria Histórica partidista que aviva rencores». Herrera está convencido que esta norma «es perversa desde su proyecto hasta su realización. Tiene los mismos fines marxistas de la Segunda República. Esto es, eliminación de los valores cristianos y obtener el poder absoluto. Se repite la película con distintos actores y secuencias, pero con los mismos objetivos».
Herrera se retiró del servicio activo siendo coronel diplomado de Estado Mayor. Habla con orgullo de haber formado parte del tercio Virgen de los Reyes de Sevilla, del que ha escrito un libro con su historia. Piensa que la guerra truncó su proyecto de vida que iba destinada a ser sacerdote y no se considera ningún héroe. Combatió con coraje por sus ideas, de las que no se ha apartado en ningún momento de su vida.