Miles de almas caminan al son, sin mirarse a los ojos, sin verdad ni perdón.
Lo hacen guiados por una canción que entonan sin voz ni dolor.
Pero un alma se gira entre todas, y de su pecho no sale esa canción,
y sin poder explicar cúando ni cómo, brota de sus labios una exclamación: !no!
Nadie se para, nadie le escucha. Nadie le sigue, nadie le ve.
Mas se da la vuelta y camina al revés mirando las almas que se cruzan con él.
En este infierno no hay rabia o dolor, no hay rabia ni fuego, ni frío ni calor.
Solamente se oye una canción que las almas entonan sin voz ni dolor.
Y, el alma que de ellas se alejaba,
no sabía lo que se iba a encontrar.
Mientras los corderos se iban
él llegaba a la libertad…
Pero en este cielo que llamó libertad solo encontró angustia y dolor.
Al ver a otras almas avanzar hacia el mal y no poder hacer nada para acabar.
Entre cielo e infierno y tanto dolor se encontró con otro mundo donde acabar.
Donde buenos y malos habitan sin temor y errante esta alma allí se quedó.
Y, el alma que de ellas se alejaba,
no sabía lo que se iba a encontrar.
Mientras los corderos se iban
él llegaba a la libertad…
Lo más fácil es seguir la corriente.
Lo más difícil es ir contra ella.
Todas las acciones tienen consecuencia.
Para ti, ésta, será buena…
***Rodrigo Lorenzo Cueva***
*Para mi amigo, Miguel Granda Cué. Que ni la misma corriente te indique el camino a seguir. (Agosto de 1998)