¿Quieren en verdad saber cuál es el secreto, único y verdadero, del placer femenino?
A veces los misterios más grandes tienen su respuesta en la palma de nuestra mano. Literalmente. Como secreto que se precie, por misterioso y bien guardado, su desvelo no es asequible a cualquiera, no, eso le quitaría valor, de ahí que: «entiende el que puede y no el que quiere” pero, tengo el compromiso de dar luz y eso haremos hoy. Les hablaré con conocimiento, como siempre, quizás cite alguna fuente pero hoy, en honor a alguien muy especial, hablaré de mi propia experiencia. Así que, con el tono que conocemos, conjuro a las palabras una vez más…
La arquitectura de nuestro cuerpo, perfectamente diseñada (casi al límite de lo inverosímil), tiene como culminación de obra un órgano tan extenso como sensible. Y todo el mapa del placer femenino está dibujado artísticamente sobre él. El placer tiene una vinculación existencial con las sensaciones. Sin sensaciones, no hay placer. De ahí que, muchas veces como disparador y otras tantas como en si mismo, el motor de las sensaciones se enciende, tiene su punto de partida en cualquier punto de este mapa…
La piel en toda su extensión, en cada centímetro de ella, es el vehículo que nos transporta sin escalas al placer. El conocedor sabe qué lugares de este mapa y su ubicación obtienen una respuesta más directa y qué lugares no. La piel nos separa del mundo y, a la vez nos conecta con todo; y, cuando está concientemente estimulada, responde de un modo que a veces pareciera tener voluntad propia.
La piel es ama y señora, la piel decide. La piel por cercanía o contacto nos dice que tan cerca o que tan lejos puede llegar el otro. La piel nos alerta y a la vez anestesia, la piel es el horizonte de nuestro cuerpo. Sin piel, desconoceríamos el universo del placer.
Hay pieles que responden a otras pieles, se llama química. Hay pieles que se encienden con otras pieles, hay pieles que se funden con la que le sabe provocar y es difícil ver dónde empieza una y dónde termina la otra. La piel es un órgano inteligente, toma decisiones y las comunica al cerebro. Acercarse de mal modo, o del modo incorrecto puede hacer que nuestra piel reaccione. En la intimidad, no es muy distinto. Muchas veces el hombre se preocupa por el órgano sexual, los modos de estimularlo, las poses, las formas… y se olvida que, todos los órganos sexuales, están recubiertos por piel. Antes de aprender a estimular nada hay que saber cómo tocar una piel.
Millones de terminales nerviosas conforman la piel. Existen lugares de alta sensibilidad erógena, más en la mujer: el cuello, los oidos, la ingle, el límite entre la espalda y la cola, esa región donde el cuerpo femenino hace como un medio arco en la mayoría de las mujeres.A los comúnmente visitados, pezones y clítoris, estas regiones tienen la capacidad de procesar a velocidad de la luz la respuesta sexual femenina, antes de estimular mecánicamente, clítoris o pezones, predispone al goce, relaja.
La previa del encuentro sexual, quizás por una sobredosis de información, precondiciona al varón en general a que, juego previo, es estimulacion directa del clítoris, pezones o zona anal.
El hombre como humano avanzó mucho y lo seguirá haciendo pero, en cuestiones sexuales, seguimos siendo muy primitivos. Y en la mujeres seguirá ganando el que sabe más cómo que dónde.
El roce no sólo es necesario sino fundamental. La caricia tiene un preámbulo como toda buena obra y es el roce. El roce es el acercamiento, suave, apenas presionado de una piel con otra piel. El roce toma datos que el cerebro decodifica al instante: es compatible, me gusta, me excita, puede seguir avanzando y da señales. Cambia de temperatura, humedad, se enardece, se prepara y, prepara al resto del cuerpo, para el choque, la fusión.
Acercarse a otro respetando los límites que la piel establece y violándolos cuando lo permite, marca la diferencia entre un encuentro sexual exitoso o no. No todos nacen, si se hacen, en el arte del sexo para saber dónde exactamente una mujer explota al amar, pero todo el mundo puede y debe aprender cómo.
Generalmente, uno trata al otro como lo tratan y con la piel no es excepción. Aún para esos días donde el amor pide ser salvaje, no pensado, rápido y furioso, los dos segundos en que la mano tocó el otro cuerpo, en la conciencia de que pasa el límite del otro, es decir, está tocando su piel, hace la diferencia.
Siempre será excitante en una mujer sana con una pareja que le guste, sentir su mano sobre el pubis pero, si antes se acerca por detrás con una mano junta sus muñecas en la espalda, mientras su boca apenas roza el cuello de ella en un jadeo contenido, y con la otra baja, suave, despacio, buscando el borde de su ropa interior, creedme que si honras a la piel, ella sabe cómo retribuirte.
«Dios hizo a los gatos para darle al hombre el placer de acariciar un animal salvaje»
*Buenos vientos, navegantes* (ASTªREBRILLª)