Nací libre de culpas allá por el 78. Crecí con todo el amor del mundo. Me fuí envenenando poco a poco en esta sociedad de gente sin alma, gente con codicia. Conocí el amor y volví a nacer, un nuevo comienzo, una nueva oportunidad.

Me tiré en el verde del «prau» a contemplar el cielo y comprendí que, en ese gran vacío que había dentro de mi, existía un lugar, un lugar que esperaba ser llenado de sueños y esperanzas.

Caminé por la noche viendo lo que otros no veían. Lloré por problemas ajenos y el tiempo me enseñó que eso se llamaba impotencia y amor al prójimo. Regalé flores a mi madre, mientras otros solo le daban disgustos a la suya. Amé a ese niño que me enseñó la lealtad y el respeto y que hoy, a mis 42 años, sigue viviendo dentro de mi. Yo le prometí respetar sus principios y el me prometió mantener vivos los recuerdos de nuestra infancia.

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Fuí padre y creí volver a nacer; y me di cuenta que nunca morí, que siempre estuve y estaré en el corazón de alguien y me recordarán como yo lo haré cuando me vaya.

Mi canción de cuna, está escrita desde lo más profundo del alma , que me he ganado, porque caminar dejando huellas no es lo mismo que caminar dejando marcas. Sean sinceros consigo mismos, no traiciones sus pensamientos ni sus ideales, regalen más amor, obsequien su tiempo, den las gracias cada día y en cada nuevo amanecer se darán cuenta que han vivido.

Ahora, volví a conocer el amor…

…Y sigo vivo.

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