Soy el dolor que infunde el miedo.
La ténue luz de este silencio te quema por dentro.
Sólo a mi Dios guardo respeto de ser en vida algo incierto.
He muerto por ellos.
Soy más audaz de lo que pensabas
con el batir de mis viejas alas.
Yacían cansadas.
Sólo mi voz arrulla al viento.
Cada palabra se hace aliento y caigo de nuevo.
Soy montaña de un grano de arena.
Mi piel, reseca.
Mi alma, en pena.
Bendita condena.
Sólo miradas que partan el alma,
con las primeras luces del alba,
se hacen amargas.
Soy la piedra que forja el destino.
El que aniquila al ángel caído.
Destruyo su nido.
Sólo es aprecio si haces camino.
Leyenda errante del mundo, amigo.
Deseo cumplido.
Soy la ceguera de tus ojos tristes.
La llama eterna que no te olvide.
Mueres o vives.
Seré la sed que sacie tu cuerpo,
que se alimenta de ese miedo
que sigue quemando por dentro…
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* A Jonathan Rosado Rancaño, uno de esos grandes amigos que se cuentan con los dedos de una mano. Incansable luchador abatido por la leucemia (09/09/2001).