Dejaste de acariciarme y mis manos desataban tempestades. Olvidaste seguir queriéndome y mis heridas se desgarraban.
Hablabas de lo vivido rompiéndose la hermeticidad del silencio…
Y, de un último suspiro, alardeabas con palabras, cuando los sueños se quebraban con la luz. Y, de un nuevo amanecer, enredabas con suspiros, lamentos que encadenan mi voz, porque desde mi cielo aún sigue siendo todo gris.
Paseabas entre la abundancia, retina triste de la inocencia, ventanas de tus ojos claros, hacia la estación de la prudencia.
Volabas con la audacia sigilosa de la temeridad…
Y, de un último suspiro, alardeabas con palabras, cuando los sueños se quebraban con la luz. Y, de un nuevo amanecer, enredabas con suspiros, lamentos que encadenan mi voz, porque desde mi cielo aún sigue siendo todo gris.
Envolviéndome entre el miedo…
Y, de un último suspiro, alardeabas con palabras, cuando los sueños se quebraban con la luz. Y, de un nuevo amanecer, enredabas con suspiros, lamentos que encadenan mi voz, porque desde mi cielo aún sigue siendo todo gris.
Cuando en el andén ya huele a oscuridad…
Y, de un último suspiro, alardeabas con palabras, cuando los sueños se quebraban con la luz. Y, de un nuevo amanecer, enredabas con suspiros, lamentos que encadenan mi voz, porque desde mi cielo aún sigue siendo todo gris.
Y, de un último suspiro, alardeabas con palabras, cuando los sueños se quebraban con la luz. Y, de un nuevo amanecer, enredabas con suspiros, lamentos que encadenan mi voz, porque desde mi cielo aún sigue siendo todo gris.
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