Nada va bien desde que te has ido de mi vida. Todo se ha derrumbado a mi alrededor. Mis sueños eran mis planes de futuro. No sé qué camino seguir.
Me siento engañado, utilizado y traicionado por la única persona por la que he sentido eso a lo que llaman amor. Qué fácil puede llegar a ser alcanzar la cima y sentirse en lo más alto de un pedestal.
Igual que un Dios de barro adorado por todos. Pero una fracción de segundo, puede servir, para hacerte perder el equilibrio y caer de tu pedestal.
El Dios de barro al que todos toman por indestructible se desvanece en multitud de pedacitos. Nadie está seguro allá arriba. Me has destrozado la vida.
Me tuve que callar por muchas cosas, pero me adapté a ellas, por el sólo hecho de que te quería y nada, ni nadie, me haría cambiar de parecer.
He derramado miles de lágrimas por cada vez que mis labios expresaron un «te quiero». Me resisto a pensar que ya no siento nada por ti porque, no es cierto, porque soy incapaz de borrarte de mis pensamientos.
Aún no sé de dónde saliste ni puedo imaginarme cómo habría sido nuestra vida juntos, pero puedo desearte todo lo mejor de esta vida en brazos de esa persona que sepa cuidarte como yo podría haberlo hecho.
Cuando llegaste a mi vida hiciste que perdiera la razón y, ahora que te has ido, haces que pierda el corazón.
Te lo he dicho muchas veces, pero ahora me duele más cuando lo digo: «te echo muchísimo de menos».
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