Que no se pierda la buena costumbre de sonreír en días malos, de abrazar por detrás cuando no se espera, de mirar a los ojos para decir un «te quiero» y también un «ya no te quiero». Eso sólo debería decirse mirando a los ojos.
No hay nada de malo en ello. El problema, si lo hay, lo tiene quien lo escucha, no quien lo suelta. Que no se pierda la buena costumbre de mandar un «buenos días» o un simple «cómo estás».
Cuando piensas en alguien, no nos damos cuenta, pero es un regalazo en un día cualquiera. Que no se pierda la costumbre de dar las gracias, de pedir perdón y de decir «lo siento», pero sólo sintiéndolo, sino, no vale jugar con sentimientos muertos.
Que no se pierda la costumbre de apartar un mechón de pelo, de acariciar una mano, de secar una lágrima cayendo, de besar en la frente. La cantidad de cosas que dicen «aquí estoy». Sin decir nada, ¿te das cuenta?.
Que no se pierda la costumbre de decir «no», también de decir «!porqué no!», de dejarse llevar y también de decir «basta». Que no se pierda la costumbre de valer, de valerse, valorar y valorarse. Por ti, sólo por ti.
No tienes que demostrar nada a nadie. Que no se pierda la costumbre de perder las ganas. Recuerda, esas te las quitan, no se pierden. Que no se pierda la costumbre de sentir.
Que no se pierda la costumbre de ser tú. Esa costumbre nunca la pierdas.
De Sol al cielo.