El mito de la Atlántida, una isla o continente y una ciudad desaparecidas, por un terremoto y un gran diluvio, en “un solo día y una noche terribles”, es muy antiguo, y en principio se debe a Platón, por la referencia que de él hace en sus diálogos Timeo y Critias o La Atlántida, apoyado en lo que oyó contar y en la tradición.
El nombre de la Atlántida y el del océano Atlántico, estarían relacionados con Atlas, uno de los titanes de la mitología griega, hijo de Poseidón, dios del mar, a quien Zeus, por su rebelión de los titanes contra su dominio, condenó a cargar sobre sus hombros las columnas que sostenían la tierra, separada de los cielos. Formaban parte de las míticas columnas de Hércules, localizadas en el estrecho de Gibraltar, que marcaban el límite del mundo conocido, y separaban Europa de África. Fueron construidas en honor a Heracles, o Hércules héroe de la mitología griega y romana, por sus doce trabajos o hazañas extraordinarias. Hijo de Zeus y de Alcmena, cuando niño tuvo que soportar los celos de Hera, que dispuso que dos serpientes lo devoraran, a las que ahogó con sus brazos, señal inequívoca de la carrera de héroe que le esperaba. Pero la muerte que dio al centauro Neso, que quiso robar a su esposa Deyanira, fue la causa de su deceso.
En el Critias, quizás el diálogo más corto e inconcluso de Platón, Critias, personaje principal, en el que intervienen marginalmente Timeo, Sócrates y Hermócrates, además de referirse a la guerra entre los atenienses y los atlantes, cuenta cómo eran los antiguos atenienses, nacidos bajo la protección de Atenea y Hefestos, cuál era su gobierno, cómo era su país, la ciudad de Atenas, y sus habitantes. Describe la Atlántida, el origen de sus habitantes, descendientes de Poseidón y de Clito, una mujer mortal, la isla donde viven, su comercio, sus gobernantes, su organización política, su poder militar.
La Atlántida, situada en el océano Atlántico, delante de las columnas de Hércules, era una civilización gobernada por diez reyes, cada rey en su jurisdicción, que había alcanzado un alto grado de desarrollo en todos los órdenes, especialmente en el militar. Conquistó Europa y el norte de África, y sólo los atenienses prehelénicos pudieron contenerla, cuando la enfrentaron militarmente. A la Atlántida se le señala una antigüedad de 9.000 años, antes de la época en que gobernó Solón (640-558?) a.d.C., en Atenas, uno de los siete sabios de Grecia, líder cívico y autor de una constitución democrática.
La literatura sobre la Atlántida, según el libro Le mythe de la Atlantide, de René Theuil, y que comenta Chantal Foucrier, en la Quinzaine littéraire No. 1070, (París, octubre de 2012) es muy extensa y rica, y ha suscitado teorías científicas, o seudocientíficas y novelas de ficción. Utopía, (1516), de Tomás Moro, que propone establecer un Estado socialista y democrático ideal, y Ciudad del sol (1602), de Tomás Campanella, que describe un Estado teocrático igualitario, inician la creación de las grandes utopías del Renacimiento. En 1626, Francis Bacon, escribe La nueva Atlántida, una novela utópica, que concibe una sociedad en la que deben imperar los principios de la razón y el progreso científico y técnico, pero que no se ocupa de los problemas sociales.
La atlantología, habría surgido con Cristóbal Colón, cuyo descubrimiento de América, acabó con “una tradición que recuerda la de las islas Afortunadas en la esfera de la geográfica plausible”. Las islas Afortunadas, según las leyendas clásicas, eran unos lugares paradisíacos, donde los mortales elegidos eran recibidos por los dioses. Curiosamente, estas islas, estaban situadas en el océano Atlántico, no lejos de las Columnas de Hércules, en la zona de las islas de Madera, Canarias, Cabo Verde y Azores.
El Critias contiene una descripción geológica de la Atlántida, que correspondería a la estructura actual del suelo de estos archipiélagos. El mito de la Atlántida, también se asocia al Jardín de las Hespérides, ninfas de la mitología griega que cuidaban un jardín maravilloso, situado en el norte del África, quizás en el sur de España. Y a los Campos Elíseos, ese lugar sagrado de los Infiernos, habitado por las sombras o las almas de los hombres virtuosos y los guerreros heroicos, donde viven una vida feliz. La aspiración universal al paraíso, a la edad de oro, está fundada en este y en otros mitos.
René Theuil se pregunta si América y las islas próximas a Gibraltar, serían los restos de la Atlántida de que habla Platón. Menciona el libro Atlantis, Antediluvian World (1882), del norteamericano Ignatius Donelly, en que duda de la existencia de un puente intercontinental de comunicación. En cambio, cree que hubo lazos naturales y culturales entre el antiguo y el nuevo mundo, lo que no debe tomarse como una verdad absoluta.
En el siglo XX, los arqueólogos han hecho varios intentos de identificar el lugar de la isla desaparecida, pero más en el plano de las especulaciones. A partir de ahí, han surgido interpretaciones políticas y místico religiosas del mito, que tienen que ver con un pueblo de la primera civilización ligado a la Ur-Heimat (Ur: original, antiguo, heimat: casa hogar, es decir, al lugar originario de la primera lengua. Otras versiones, señalan a la isla de Creta, y sobre todo, a la de Thera o Thira, situada en el sur del mar Egeo y destruida en el II milenio antes de J.C. por una erupción volcánica y un maremoto, como posible origen del mito.
¿La Atlántida existió realmente, fue una creación literaria, una alegoría, o metáfora, o una obra de ficción? Como todos los grandes interrogantes de la historia, la cuestión está lejos de encontrar una explicación definitiva.