“Aida, qu’así se llamaba
Aida, qu’así se llamó
Aida, que morrió gritando
viva la revolución.
Diciséis años tenía
la hermosa zaragozana
y como neña que yera
enredaba pela plaza.
Esta cría diba a escuela
yera la más aplicada
y en llegando’l mes d’ochobre
la más revolucionaria.
Nel fregón de la batalla
méten-y un tiru na pierna
los que la vieron cayer
cuidaron que taba muerta.
Nun taba muerta, nun taba
que vivió dende entós siempre
nes corazón d’esti pueblu
y nel ama d’esta xente.
Cuando vendrá otra batida
para ver a otra valiente
que ponga’l so pechu al frente
como Aida de la Fuente”
Versión recoyida en Mieres del Camín del “Romance d’Aida de la Fuente”, muerta’l 13 d’ochobre de 1934, en San Pedro de los Arcos (Uviéu).
“La aviación gubernamental bombardeaba Mieres. Una máquina, que hacía maniobras en Mieres, decidió ocultarse en el túnel más próximo, que era el de la estación de Ablaña. Un avión se percató de las intenciones de la locomotora y enfiló hacia ella. El maquinista, presa del pánico al ver el avión encima, desarrolló demasiada velocidad y no logró detenerse en el primer túnel. El segundo túnel se hallaba a unos cuatrocientos metros más abajo, precisamente frente a la casa de mi abuelo. En ese tramo el maquinista aminoró la marcha y se detuvo justo en medio del túnel. Aún chirriaban los frenos cuando allí mismo, tan sólo a unos centímetros de la boca, colocó el avión su bomba. Fue un dechado de puntería. La bomba debía de ser muy pequeña, pues únicamente melló el rail. La metralla hizo algunos boquetes en la chapa que recubría la caldera y rompió los cristales de los faroles y de las ventanillas. El maquinista y el fogonero, recobrados del susto, salieron del túnel más pálidos que la cera. Fue la única bomba que la aviación tiró en Ablaña”.
José Fernández. “Cuando el mundo era Ablaña”. Ed. El Museo Universal. Madrid, 1991.
“El día 13 de octubre moría una joven comunista de 16 años. Su muerte, una más entre las muertes de los hombres y las mujeres que salieron a “tomar el cielo por asalto”, sería el origen de una de las leyendas rojas más extendidas de la Revolución.
No quiere el autor desdeñar o ignorar la figura de esa muchacha delgada, cuya sonrisa irradió millares de noviazgos platónicos desde la fotografía colgada sobre la cama del joven comunista o socialista a lo largo de toda la geografía española.
Quiere colocarla en su justo lugar, no como un icono rojo construido para la propaganda, sino en medio de una legión de combatientes enfebrecidos, iluminados de revolución.
Una más, simplemente.
Hija de Gustavo de la Fuente, pintor de carteles y decorados para el Teatro Campoamor, y de Jesusa Penaos. Formada políticamente en una familia de comunistas (su padre había sido fundador del Partido Comunista en Oviedo, y sus hermanos militaban en las Juventudes), Aida era una figura conocida en el movimiento juvenil de Oviedo en 1934. Sus compañeros la recuerdan como una excelente pegadora de carteles.
El testimonio de Alejandro Valdés la sitúa los días 7 y 8 colaborando en el hospital como enfermera. Otros autores hablan de su labor en la organización de las cocinas colectivas que se montaron en la periferia de Oviedo para abastecer a los combatientes, a los que se llevaba comida y café a la primera línea.
Durante la ofensiva del ejército el día 13 de octubre, Aida actúa como enlace entre el Comité Revolucionario de Oviedo y los grupos que se sostienen en el oeste de la ciudad.
Habla Juan Ambou, que se retira junto con un grupo de milicianos hacia el Depósito de Máquinas ante la ofensiva de los legionarios:
“La escena fue en el Puente de La Argañosa por debajo del cual corre el tren hacia el Depósito y hacia Trubia… “Aida”, gritó. “Juan”, contesta ella. Venía con Ramón García Roza, veterano comunista que había sido secretario general del Regional.
– Traemos estas octavillas del Comité Revolucionario (del Segundo Comité se entiende) para vosotros.
Ramón García Roza nos dijo:
– Vuelvo a ver qué dice el Comité.
– Infórmales de que la Estación del Norte va a caer. Que esperamos en el Depósito.
A Aida le digo: Tú no vayas a San Pedro (a entregar las octavillas) porque hemos visto las fuerzas del Tercio. No son fantasmas.
Iba desarmada.
Después de frases animosas y de fuertes abrazos nos despedimos…
Ya no la volvimos a ver. Enviamos enlaces. Respuesta: En San Pedro está el enemigo… Habíamos estado con Aida al mediodía. Eran las cuatro de la tarde.”
El cadáver de Aida de la Fuente fue encontrado en la fosa colectiva que se cavó junto a una tapia de la iglesia de San Pedro de Los Arcos.
La versión difundida más ampliamente entonces, y qué recogieron, novelándola, la mayoría de los cronistas, surge del testimonia transmitido a la revista “Estampa” por el legionario Torrecilla, que sitúa a Aida de la Fuente en la iglesia de San Pedro de Los Arcos disparando con una ametralladora contra los legionarios que avanzan hasta la posición.
Habla Torrecilla:
“Nos mató con intervalo de unos segundos, a dos sargentos. Debía de tirar muy bien… Cuando recibimos la orden de entrar al cuerpo a cuerpo, no quedaban ya en la puerta más que otros dos revolucionarios y ella. Poco después cayeron los otros dos. En este momento, cuando yo, seguido de dos legionarios había avanzado hasta casi tocarla y le gritaba: “¡Ríndete!”, ella me dio un golpe muy fuerte con una barra que llevaba en la mano derecha y me derribó. Mis compañeros tropezaron conmigo y cayeron también. Entonces, aunque estaba medio aturdido por el golpe, vi que ella se había sacado una pistola del pecho. Iba a disparar… Pero yo fui más rápido en disparar la mía, y cayó… Iba toda vestida de rojo, y era guapa. Después lo he sentido…”
Esta versión fue repetida por historiadores de izquierda en un tono más o menos enriquecido por los detalles.
Pero el descubrimiento de lo que había pasado con los últimos defensores de San Pedro de Los Arcos sería la información que culminaría la investigación que le costó la vida a Luis de Sirval.
En su cuaderno de notas, escritas a lápiz, se podían leer las cuatro siguientes líneas para un artículo que nunca fue escrito:
“Daída Peña (probablemente por el segundo apellido de Aida: Penaos), 16 años, la fusiló el Teniente Dimitri Ivan Ivanov.
Iglesia de San Pedro.
Fusilaron 7 en seguida.”
Esta nota escueta, que motivó la muerte de Sirval a manos de Ivanov, enterado de que un legionario le había proporcionado este informe, corresponde con la versión obtenida por Alfonso Camín en los barrios del Naranco, y con la versión que ofrece Juan Ambou. Ambas parecen estar confirmadas por los trece impactos que Matilde de la Torre vio en el vestido de Aida que le fue mostrado por unos vecinos que lo habían recogido.
Trece tiros, no uno de pistola como sugiere el Sargento Torrecilla. Un fusilamiento, y no una muerte en combate, siguiendo lo que parece ser práctica habitual de legionarios y regulares ante los revolucionarios detenidos los días 12 y 13 en los barrios de Oviedo.
Y junto de Aida, siete compañeros más.
Juan Ambou cuenta:
“Los supimos después. Aida y doce más resistieron con las armas para proteger la retirada del grueso de las fuerzas revolucionarias… Murieron dos. Otros fueron heridos. Todos los que quedaron con vida fueron puestos contra el paredón de la iglesia, más bien del cementerio… Entre ellos Aida… Fueron ejecutados y enterrados en una fosa común… Desnudaron el cadáver de nuestra heroína. Buscaban, al decir del asesino Dimitri Ivan Ivanov, oficial del Tercio, documentos… Nada hallaron… Las prendas agujereadas por las balas y tintas de sangre fueron rescatadas por unos vecinos, las lavaron y las entregaron a la madre de Aida.”
Paco Ignacio Taibo II. “Historia General de Asturias, tomo VIII: Octubre 1934 (La caída)”. Editor Silverio Cañada. Xixón, 1978.
“Los trabajadores del frente de Campomanes han paralizado casi totalmente el fuego. Sin un solo cartucho, sin un obús, los fusiles, las ametralladoras y los cañones que tienen en su poder son completamente inservibles. De los dos lanzabombas que les quedan, uno, el más potente, ha quedado inutilizado. Permanecen, pues, en sus puestos, puede decirse que en calidad de espectadores y vigilando los movimientos del enemigo. Éste no se atreve a avanzar.
Sin embargo el frente de Campomanes es abandonado por la mayoría de trabajadores, los cuales acampan en Vega del Ciego, en espera de que les lleguen municiones de alguna parte. En la línea de fuego sólo permanecen los jefes de grupo y un reducido número de hombres”.
Manuel Grossi Mier. “La insurrección de Asturias”. Ediciones Júcar. Madrid, 1978.
“Regreso a Oviedo aterrorizado por el aspecto que presenta la ciudad. No creo que la lucha civil entre ciudadanos de un mismo pueblo haya llegado nunca al extremo a que llegó aquí. Son los mismos espectáculos de la guerra europea. En el terreno de la lucha política hay que remontarse a las escenas de la Commune de París para encontrar algo parecido. Y aún más: hay que condimentar estas escenas con la ferocidad de las de la guerra civil que vivieron nuestros antepasados”.
Josep Pla. “La Segunda República española. Un crónica, 1931-1936”. Destino, 2006.
“Al oscurecer ocurrió un episodio extraordinario: el cabo furriel Manuel Sánchez López, de la 24 compañía, salió carretera adelante a buscar el batallón África y se despistó. En vez de caminar hacia Oviedo, caminó hacia allá y entró en Trubia. Los revolucionarios habían huido. Habló con el coronel y oficiales de la fábrica, que estaban prisioneros de los rojos. Les dijo que las tropas estaban a las puertas del pueblo. Y se volvió contando lo que había visto”.
Aurelio de Llano Roza de Ampudia. “La Revolución en Asturias, 1934. Pequeños anales de quince días”. IDEA, Xixón, 1977.
“¡Proletarios todos, obreros y campesinos!
Nuestra Revolución sigue su marcha ascendente. De esta realidad que nadie os aparte.
De nuestra potencia es un exponente la debilidad de las fuerzas enemigas acusada en los procedimientos asesinos que emplean en la lucha, penetrando en las casas de Oviedo en los hogares pobres y degollando con la gumia de uso en las cabilas del Rif, seres inocentes, niños en presencia de sus madres, provocando la locura de estas mártires por muchos conceptos, para luego rematarlas con fruición demoníaca.
¡Obreros: En pie de guerra! ¡Se juega la última carta!
Nosotros organizamos sobre la marcha el ejército rojo. El servicio obligatorio con la incorporación a filas de todos los hombres desde los diecisiete a los cuarenta años. Todos a sumarse a la Revolución. Aquel que no sea apto para el frente, tendrá su destino en los Comités organizadores o en servicios complementarios.
Lo repetimos: En pie de guerra. ¡Hermanos! el mundo nos observa. España, la España productora, confía su redención a nuestros triunfos. ¡Qué Asturias sea un baluarte inexpugnable!
Y si su Bastilla fuera tan asediada, sepamos antes que entregarla al enemigo, confundir a éste entre escombros, no dejando piedra sobre piedra.
Rusia, la patria del proletariado, nos ayudará a construir sobre las cenizas de lo podrido el sólido edificio marxista que nos cobije para siempre.
Adelante la Revolución. ¡Viva la dictadura del proletariado!
Dado hoy, 16 de octubre de 1934.”
Bando del Comité Provincial Revolucionario de Asturias.
FUENTE:
https://www.mieres.es/
PASO 4: Diego Prendes. Para el grupo, Diego Prendes, no solamente ejerce de batería, también…
PASO 3: Damián Rey. El último en llegar al barco ha sido Dami Rey, desde…
Paso 2: Música y letra. Hace unos meses, en el local de ensayo de Victoria,…
PASO 1: Victoria de Roberto Mon. Creo que como toda anécdota debe de haber un…
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De la manada soy el último eslabón y, del bosque profundo, su paz interior. Apura…