Cuando se abrió la puerta, mi primera impresión fue buena. Era lo que esperaba ver. Una señora entrada en años con un vestido muy folclórico, adornado con velo morado y unos largos pendientes que aparentaban unos atrapasueños. Mientras mi amiga se presentaba con nombre y apellidos, lugar de residencia y demás, yo entré con un simple: “Hola”. Mientras le explicábamos el motivo de nuestra visita, la “bruja” puso su mirada fija en mí y no me quitaba ojo de encima. Me estaba empezando a incomodar cuando, cada vez que me movía, me seguía con su mirada. Harto de su seguimiento visual, y ya que yo no me corto para nada en lo que digo y pienso, me dediqué unas sencillas preguntas: ¿qué pasa? ¿te gusto?…

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Su respuesta fue tan rápida como corta, ni que estuviese esperando mis dudosas preguntas. Con un simple: “Noooo”, se deshizo aquella neblina de silencio que se había formado entre ella y yo. Me agarró del brazo y me arrastró tras de sí hasta un saloncito muy mono y muy bien decorado. Al más estilo burdel de periferia, con una mesita redonda en el centro, nos hizo tomar asiento en aquellas incómodas sillas decoradas con cojines de colores, muy a los años 50. Mi amiga no reaccionaba. Se fijaba en toda la decoración existente y no perdía detalle ninguno. Yo, en cambio, no dejaba de lado la mirada de la bruja que no dejaba de hacerme preguntas estúpidas para mi gusto. Cuando me cansó, le dije en voz aletardada y un poco fuera de tono: “Mire, señora. He venido a acompañar a mi amiga a que usted le eche las cartas y le pase el agua o lo que quiera. Sinceramente, creo que es una grandísima pérdida de tiempo estar aquí. Ella es la que cree y la que le va a pagar. Repito que yo solamente he venido a acompañarla. Me hubiese quedado en la Feria de Muestras, que aún me quedaba muchas cosas por ver…” La dejé perpleja, no se lo esperaba. Puso una cara muy mística y, muy seria, intentó responder algo, pero no debió atreverse. Se quedó como con cara de mal humor. Pensé que la había cagado. Me preguntó si yo creía en lo paranormal, en los espíritus, en lo evidente aunque no esté al alcance de la vista, en la vida después de la muerte, en puertas astrales… y no sé qué más paranoias más. Le dije que sólo creo en mis propias posibilidades. Que creía en lo justo y nada más. No dispongo de tanto tiempo para dedicarme por completo a ello. A partir de ese momento, el diálogo entre ella y mi amiga se desvaneció por completo y se fue centrando en mí. No sabía por dónde salir de aquella conversación. No encontraba ni pies ni cabeza, ni por dónde sostener aquel diálogo…

CONTINUARÁ…

Jezabel ✻ 🂽

Jezabel

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