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CRÓNICAS DE UNA GUERRA: EL «PUTSH» DE HITLER, UN GOLPE DE ESTADO EN UNA CERVECERÍA (401)

El 8 de noviembre de 1923, Adolf Hitler junto a un grupo de miembros de las SA y sus secuaces, entre los que se encontraban Hermann Göering, Alfred Rosenberg y Rudolff Hess, irrumpieron en la Bürgerbräukeller, una cervecería al sur de Múnich, donde el gobernador de Baviera, Gustav von Kahr, un nacionalista ultraconservador convencido, estaba pronunciando un discurso. Tras tomarse una cerveza, Hitler estampó contra el suelo la jarra, se despojó de la gabardina, dejando a la vista el chaqué negro con una Cruz de Hierro de primera clase y otra de segunda clase, y desenfundó su pistola. Entre disparos y jarras de cerveza hechas añicos, Hitler saltó sobre una silla y declaró el estallido de «la revolución nacional». Era el golpe del ascendente Partido Nazi contra el Gobierno de la República de Weimar, los llamados «criminales de noviembre» (término que los detractores del armisticio de 1918 usaban para referirse a los políticos que lo firmaron). Aunque en un principio esta acción podría haber acabado en un descalabro político para Hitler, a la postre se convirtió en el trampolín que lo impulsaría a él y a sus más oscuras ambiciones.

De forma inmediata se declaró un gobierno provisional en la mismísima cervecería. Mientras los golpistas, muchos de los cuales no eran partidarios nazis afectos al golpe, ocuparon los cuarteles de la Reichswehr (el ejército de la República de Weimar) y los de la policía, Hitler y algunos de sus seguidores tomaron como rehenes al comisario de Baviera, Gustav von Kahr, y a sus dos hombres de confianza, Von Lossow y Von Seisser.

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Enfrentamientos callejeros y arresto del agitador:

La mañana del 9 de noviembre, las fuerzas del comandante de las SA, Ernst Röhm, entre las que se encontraba un joven Heinrich Himmler, siguiendo órdenes de Hitler ocuparon el Ministerio de Defensa bávaro y se enfrentaron con las fuerzas gubernamentales. Mientras tanto, los tres hombres retenidos en la Bürgerbräukeller fueron liberados por el general Erich Ludendorff tras comprometerse con la causa de la «revolución nacional». Pero se trató de un ardid.

Tras su liberación, los tres políticos dieron órdenes a la policía de acabar con la revuelta. Al enterarse de la noticia, y a pesar de que que Hitler no estaba muy convencido, Ludendorff se dirigió al centro de la ciudad para restablecer el orden, seguro de que con su sola presencia tanto soldados como policías desistirían de tomar represalias contra ellos.

Alrededor de 2.500 hombres marcharon hacía el Ayuntamiento de Múnich, donde se toparon con un enorme grupo de personas que había salido a la calle al enterarse del altercado. A pesar de la aglomeración, y tras unos minutos de desconcierto, Ludendorff decidió continuar su camino hacia el Ministerio de Defensa donde se encontraban los hombres de Röhm. A lo largo del trayecto se fueron uniendo más persona en apoyo a Hitler y su putsch o golpe de Estado.

Cuando llegó al monumento en honor de los generales alemanes de las guerras patrias, la multitud se encontró con un grupo de policías que le bloqueaba el paso. Ambos bandos quedaron uno frente al otro hasta que un disparo desató el caos. A pesar de que Hitler y Göring resultaron heridos, este último logró escapar. Escondido en casa de un amigo, Hitler planeó incluso suicidarse pensando que si era detenido sería fusilado por las autoridades. Tras pasar dos noches oculto, a la tercera la policía logró dar con él. Fue detenido y encarcelado, donde se le comunicó que sería juzgado por alta traición. El 1 de abril de 1924, Adolf Hitler fue condenado a cinco años de prisión.

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Farsa judicial:

Después de la derrota en la Primera Guerra Mundial, y tras la humillación que para los alemanes representó el Tratado de Versalles, tanto los movimientos políticos de izquierda como los de derecha, en cuyas formaciones paramilitares figuraban veteranos de guerra y jóvenes rebeldes, tenían la sensación de que habían fallado en su intento de derrocar la incipiente democracia. Un joven Hitler, inspirado por la marcha sobre Roma que había llevado a Mussolini al poder en Italia un año antes, quiso utilizar Múnich como base de su lucha contra el Gobierno de la República de Weimar, proclamar un Estado rebelde en Baviera e iniciar después una guerra con la intención de avanzar hasta Berlín.

La decisión judicial fue calificada por la prensa alemana e internacional como «una farsa y una burla» o «una parodia judicial». Por el asesinato de cuatro policías, Hitler podría haber sido condenado a muerte, sin embargo, el tribunal de Múnich, presidido por el juez Georg Neithardt, afín al ideario nazi, lo acusó sólo de una parte de los delitos cometidos durante el golpe. El juez Neithardt dictó la pena mínima de cinco años para Hitler porque, según él, los acusados habían actuado «con un ánimo puramente patriótico y por los motivos más nobles y desinteresados».

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Liberación e inicio de una pesadilla:

Quienes siguieron el desarrollo del juicio pensaron que aquello era el final de la carrera política de Hitler, pero durante la estancia en la cárcel de Landsberg, Hitler escribió el que sería considerado su testamento político, Mein Kampf (Mi lucha). El interés del libro estriba en que describe con todo lujo de detalles, y en ocasiones acercándose incluso al relato novelesco, la manera en que Hitler utilizó el juicio para promocionarse y reforzar su liderazgo. El ambiente carcelario le proporcionó esa «fe intrépida, ese optimismo y esa confianza en nuestro destino que nada ni nadie podrá quebrantar nunca».

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Hitler gozó en prisión de unas agradables condiciones de vida, y tanto los reclusos como las visitas, e incluso los guardias, se pasaban el día entero alabándole. Durante su cautiverio, Hitler recibió numerosas muestras de admiración entre las que cabe destacar la que escribió un joven doctorado en Literatura llamado Joseph Goebbelsen la que decía: «Un dios te ha dado a ti el don de la palabra para que expreses nuestros sufrimiento». En ese ambiente, Hitler se construyó un retiro espiritual a medida para reflexionar acerca de todos sus errores e idear la siguiente fase de su asalto al poder. El 20 de diciembre de 1924 le fue conmutada la sentencia y Adolf Hitler salió en libertad. Lo demás, ya es historia.

FUENTE

https://historia.nationalgeographic.com.es

HUGO UGARTE

Icaro

Generación del '77. Nacido en Reggio Emilia y criado en Asturias. Enamorado de la música; de mi mujer, Elena y de mi niña, Gaia. Apasionado del cine de terror, la ciencia ficción, la montaña, la fotografía y la comedia. Letrista de grupos pop, rock y metal desde Octubre de 1999.

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