Madre María Agnese Tribbioli (1879/1965)
Simone Sacerdoti, su esposa Marcela (de soltera Belgrado) y sus hijos Cesare-David y Vittorio, nacidos en 1938 y 1941 respectivamente, vivían en Florencia. Simone era el cantor litúrgico de la comunidad y la vida familiar se desarrollaba alrededor de la sinagoga y la colectividad judía. Las leyes raciales de 1938 volvieron más difícil la vida familiar pero Simone continuó con su trabajo de cantor. Cuando los alemanes ocuparon la ciudad en 1943 permanecieron en sus casas. Sin embargo, el 6 de noviembre de 1943 los alemanes y los fascistas italianos asaltaron las oficinas de la comunidad y la sinagoga, provocando caos y destrucción; como consecuencia la familia Sacerdoti decidió escapar.
Simone había estado involucrado en tareas de rescate ayudando al famoso rabino Nathan Cassuto a salvar a otros judíos, que era asistido a su vez por el cardenal Elia Dalla Costa y muchos otros miembros del clero. El cardenal Dalla Costa encabezaba una de las redes de rescate de judíos de las persecuciones nazis más activas de Italia. A través de la mediación del secretario del cardenal, Giacomo Meneghello, Marcella y sus dos hijos fueron puestos en manos de Maria Tribbioli, la fundadora de la orden Pie Operaie di S. Giuseppe y Madre Superiora del convento de la calle Ferragli en Florencia. Simone encontró refugio en algunos otros lugares, incluido entre miembros del clero.
Cesare-David recuerda haber sido recibido por la Madre Superiora al llegar al convento, donde encontraron otras familias judías escondidas junto con sus niños. Todos los judíos vivían en una sala y una monja dormía con ellos. Según recuerda, su familia no pagaba nada al convento y que el cardenal había solicitado la ayuda, pero que nunca la había ordenado. Había sido una decisión de la Madre Superiora alojar y asistir a los judíos en peligro, aún a costa de su propia seguridad. Nunca informó a las otras monjas sobre la verdadera identidad de los huéspedes, y los llamaba simplemente «refugiados sin techo».
Cesare-David y Vittorio fueron incorporados al jardín de infantes del convento, que era dirigido por la Madre Superiora. La mayor parte del día los niños estaban acompañados por las monjas, mientras las madres permanecían escondidas en la sala. Cesare-David, que por entonces tenía cinco años, recuerda a María como una señora baja y llena de energía, que le daba coscorrones sin decir una palabra.
Últimamente Cesare-David y Vittorio regresaron varias veces para visitar el convento, y aprender más sobre los eventos de la época de la guerra, confrontar los datos con aquellos que los recordaban, encontrarse con las monjas y recorrer los lugares de escondite.
Una de las monjas les contó que ella y una compañera estaban a menudo vigilando la puerta del convento. Allí veían a Simone cuando venía ocasionalmente a visitar. También relataron cuando soldados alemanes trataron de irrumpir en el convento para buscar judíos pero que Maria consiguió convencerlos de que no violasen la santidad de la institución.
Años después una de las monjas recordó un suceso que estaba grabado profundamente en la memoria de Cesare-David. En una oportunidad fue llevado a misa, junto con su hermano menor Vittorio, por la hermana Caterina. Al entrar a la capilla Vittorio encontró los alrededores similares a la sinagoga familiar. Cuando vio a un cura frente a él, y pensando que era su padre, le gritó «¡padre, padre!», con gran regocijo de las monjas. La monja también le contó que había sido un chico muy disciplinado, pero que se había negado a aprender a persignarse. Cuando fue a pedir consejo a la Madre Superiora, esta le pidió tener paciencia con el niño y explicó la negativa del chico por el trauma de haber tenido que abandonar su hogar.
Cesare-David recuerda la noche en que su padre vino a recogerlos. Era el 27 de noviembre de 1943 y los alemanes habían realizado una redada en un convento cercano y arrestado a muchas mujeres judías con sus hijos. Simone y otros activistas comprendieron que el convento no era más un lugar seguro y que las mujeres y los niños debían ser mudados a un nuevo escondite.
Ese día la Madre Superiora ordenó a las monjas permanecer encerradas en sus cuartos hasta que todos los huéspedes abandonaran el lugr. Sólo cuando salieron y comprobaron que todos habían escapado, se percataron de su verdadera identidad.
La familia abandonó rápidamente el convento y comenzó a caminar por las calles. De pronto Simone vio un camión militar alemán. Saltó sobre su bicicleta y se alejó de allí, atrayendo sobre sí la atención de los soldados y permitiendo de ese modo a su mujer e hijos escapar y esconderse. Fue atrapado en las inmediaciones pero consiguió escapar. Desde entonces la familia se escondió en varios lugares, todos instituciones eclesiásticas, con ayuda del clero cristiano.
Por último los niños fueron enviados a un orfanato en la ciudad de Montecatini, dirigido por el padre Facibeni. Permanecieron allí hasta la liberación, y luego se juntaron con sus padres.
JEZABEL
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