Recuerdo cuando la conocí. Estábamos haciendo un juego en el aula que consistía en señalar las partes del cuerpo. A todos los estudiantes los tenía enfrente y participaban con entusiasmo y alegría, mientras los observaba. Enfrente tenía a una de las chicas que estaba haciendo el juego y con los movimientos que hacía, quedé fascinado. Para no perder la cabeza, tuve que decirles que saliéramos al patio del instituto para continuar el juego (esperando que ella se colocara en otro sitio y no volver a toparme con esa hermosura). Para mi sorpresa se volvió a colocar frente a mí y así terminamos el juego. Tuve que contener la respiración, meterme las manos a mis pantalones y guardar mis instintos para evitar la vergüenza.
Era el año 2012, yo era docente del Instituto donde estudiaba mi amada; digo, mi estudiante, que en ese momento estaba cursando su segundo año de formación para ser maestra de primaria. Yo con 24 años de edad, ella 16. Suficiente razón para terminar preso.
En un principio me contuve las ganas de conquistarla, pensando en las consecuencias negativas, tuve que desahogarme para no lamentar en algún momento haber dejado ir una gran oportunidad, tal vez única en la vida.
Un día hablé con ella.
La encontré en la oficina del director, sentada en una banca, esperando su turno para platicar con él. Tuve que vencer el miedo a lo que digan mis compañeros docentes y me senté a su lado, en un sitio que no me corresponde. Me miró sonriendo mientras me decía:
—Buenas tardes, profe.
Se me hizo un nudo en la garganta y se me atoraban las palabras al mirarla por un instante a los ojos. Correspondí a su saludo, diciendo:
—Buenas tardes, Cristy, ¿cómo te va?
Con una amabilidad que le caracterizaba, me dio la mano y me djo:
—Bien, gracias, que gusto verlo acá, pensé que no vendría hoy. Es que le tengo algunas preguntas respecto a la tarea que nos dejó el día martes.
Cuando toqué sus manos, tuve una sensación que nació en mi corazón y terminó entre mis piernas, casi me hizo desmayar y por momentos perdí la conciencia. Para no delatarme, tuve que responder las preguntas que me hizo:
—Respecto a la tarea, no te preocupes. Era cuestión de leer el folleto y resumir.
—Profe, pero usted nos había dicho que teníamos que elaborar un poema con las figuras literarias que nos enseñó en clases. Parece que está muy enamorado profe, jajajjaj
—No, lo que pasa es que estaba pensando en la tarea que asigné al otro grado, perdón entonces, ¿cuál es tu pregunta?
Y fue así que me hizo las preguntas con cuaderno en mano, y tuve que responder y para entretenerla tuve que alargar algunas explicaciones y como bromeaba mucho, en ciertos momentos, aprovechando que el director estaba muy ocupado atendiendo a otros estudiantes, le agarré la mano mientras le explicaba y ella accedió sin negarse y cuando la miraba se sonrojaba y se echaba a reír, tapándose la cara con la otra mano.
Recuerdo que ese día algunos de mis compañeros docentes se me acercaron luego de aquello y me hicieron bromas en clara alusión a mi actitud con la estudiante. Traté de no darle mucha importancia para no delatarme.
Pasaron los días. Cuando la encontraba en los pasillos del instituto la saludaba con un abrazo. Cuando le pedí su número de WhatsApp, no me lo negó. La llamaba todas las noches y platicábamos una o dos horas con ella. Me contaba todo lo referente a su familia, sus amigos de infancia, sus primeros novios, sus compañeras de clase y demás amigas, entre otras cosas. Cada vez que iba a trabajar en el instituto siempre preguntaba por ella, la buscaba y le llevaba regalos y algunas veces la invité a refaccionar, y casi accedía a tener un encuentro romántico conmigo en horas de receso, pero traté de contenerme para evitarme problemas en mi trabajo; así que no le delaté mucho que yo estaba muy enamorado de ella. Durante todo ese tiempo ella pensó que eso era una simple amistad.
Pero llegó el día. El inicio de mi peripecia. El momento que cambiaría todo mis planes. Una de sus compañeras se dio cuenta de mis intenciones.
Un día de esos, luego de una evaluación. Todos los estudiantes se evaluaron y se marcharon para sus casas. Solo quedó ella conmigo junto con su amiga. Se quedaron platicando de sus tareas, de sus punteos y una serie interminable de temas, hasta que su amiga se me plantó para decirme.
—Profe, como usted es poeta y en este bimestre nos habló de teoría literaria, ¿podría declamarle un poema de amor a la compañera?
Ella inmediatamente se me quedó viendo pero como ya solo éramos tres y estábamos en confianza, no se alteró, solo se echó a reír. Luego me dijo:
_Profe, a petición de la compañera, usted anímese a declamarme un poema, acepte el reto. Se lo juro, yo le voy a corresponder cualquier proposición amorosa, ja ja ja.
Ante tal atrevimiento, yo ya no podía resistirme y para no perder la oportunidad, sentí una fuerza que invadió todo mi ser. Le pedí que se acercara un poquito, la tomé de la mano y mirándola a los ojos le dije:
Mientras camine el sol,
mientras nos caiga la noche
mientras alumbre la luna
y retorne el sol,
no habrá ningún amor,
no habrá ningún sol,
ninguna luna que alumbre
mis noches que no seas tú.
Mi princesa,
mi hermosa,
esbelta semilla de celos
madrugada que no cesa de llamarme.
Te amaré mientras decline el día,
te amaré mientras despunte el alba.
Preciosa de mis amores,
dueña de mis besos,
la niña que Dios me regaló.
En eso estaba, cuando alguien con fuerza abrió la puerta y nos encontró frente a frente. Era el director, se nos quedó viendo por unos segundos y luego se nos acercó:
—Ahhhhh el amor, el amor, el amor…. Pero no se asuste profe, ella es mi sobrina. Igual, la vida es así. Si se enamoró de ella no se preocupe, sé que usted está soltero, entonces aquí no hay ningún problema, soy el director, estamos en confianza. Es más, si ya hay planes de por medio, solo me comunica y yo arreglo con mi hermano, y estamos a mano, ja ja ja.
Ante tal situación yo ya no sabía qué hacer y lo único que se me ocurrió es pedirle disculpas, y le conté todo. Al final, él con su actitud bondadosa me comprendió. Ya con más seriedad me confirmó que arreglaría con su hermano si en caso ya tuviéramos planes en un futuro cercano. Eso por supuesto me inspiró confianza y luego nos dejó y regresó a su oficina.
Por su parte la estudiante estaba muy desconcertada. Y se puso a llorar:
—Profe, yo ya no sé qué hacer. El director es mi tío y si me delata con mi papá, ya no sé qué pensar. Por favor profe, olvídelo todo. Yo tenía otros planes con usted pero para no meternos en problemas mejor despidámonos de nuestra amistad. Desde hoy ni se me acerque, profe, por favor, es por mi bien y por su bien. No quiero que a usted lo despidan de su trabajo por mi causa, ni que a mí me expulsen del instituto por esto. Por favor profe, comprenda, lo nuestro tiene que terminar para no perjudicarnos. Busque a otra mujer, que yo tendré que buscar otro chico más joven que usted.
Me sentí un anciano al escuchar sus palabras.
No pude contener las lágrimas. Nos abrazamos y lloramos. Así terminó todo. La mirada de su amiga fue la tumba de nuestro amor.
Ocho años después.
Yo vivo felizmente casado, con un hijo. Ella vive como migrante en los Estados Unidos luego de ciertos avatares de la vida que al igual que todos nos ahorilla muchas veces a tomar decisiones que están contra nuestra voluntad.
La vida continúa, el tiempo seguirá deshojando días en el extenso libro de la eternidad. Seguramente, ella ya ni se acuerda de mí, sin embargo, aún entre las sombras del olvido hay un corazón que no deja de latir por ella en el fondo de mi existencia…
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Me ha encantado el relato, Felipe. Enhorabuena.
Creo, Felipe, que pocas cosas alcanzan la frescura del amor adolescente...