RÉQUIEM (044)

Dicen que, alzarme con un sueño, equivaldría a un constante e inútil batir de alas contra viento y marea.

Dicen que, cuando cese en mi empeño de conseguir cuanto quiero, caeré derrotado y me veré arrastrado en una espiral de llanto e infortunio.

Algo me llevará a desembocar a un mar en calma, acechado siempre de cerca por la tempestad, donde solamente pueda dejarme llevar por el frenético ritmo marcado a merced de las olas.

Dicen que, si se rompiese mi sueño, solamente me quedaría armarme de valor y recuperar mis pasos perdidos.

Dicen que, cuando la belleza ya no está en los ojos de quien mira, sino en los de quien decide y juzga, veré más allá de lo que mi turbia mente puede admirar.

Algún día, desplegaré mis alas rotas y volaré a ras del mar, acariciando de nuevo esas olas con su sensual juego, seduciéndome en silencio y arrastrándome, poco a poco, al inevitable pozo del olvido.

Cuando el vacío se expande reduce cualquier espacio disponible para que crezca la libertad.

Muchos han muerto y muchos han sido los que se han ido.

Muchos vivos merecerían morir y muchos muertos merecerían volver a la vida.

Queda claro que, para alcanzar lo que nunca has tenido, tendremos que hacer lo que nunca hemos hecho.

Réquiem no es solo una palabra; es una mueca del silencio que dejan los que se van, un recuerdo que permanece en nuestra memoria, un sentimiento por los que mantienen viva la llama, es más que una oración por los que no regresan…

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