Corría el año 1937 y un soldado de una compañía paracaidista batalla a las afueras de un pueblo tomado por el Ejército Popular Republicano formado hace apenas medio año atrás por el Gobierno legítimo de la República. Durante un ataque de una sección Falangista, se encuentra siendo el propio asesino de un antiguo compañero de la infancia llamado José. Tras el tiroteo, huye herido hacia un lugar seguro cuando uno de los pocos oficiales que quedan de la sección lo abate quedando una carta escrita a su madre, en el olvido de los parajes de una rural España.
Pero ¿Qué tiene de verdad esta carta? Mucha. Durante una investigación de un periodista extranjero, llamado Andrew Blanchtt, dio con la carta. Carta que podemos leer:
Querida madre, no sé cómo empezar esta carta pero te escribo con mi rostro bañado en lágrimas, caen por la soledad, tristeza, dolor y sufrimiento que vivo día tras día aquí. Lo primero que tengo que decirte es: «TE QUIERO» y, aunque no lo demuestre con frecuencia, te quiero con locura. Para mi eres la persona más importante, siempre has estado ahí apoyándome y protegiéndome, haces que las cosas malas parezcan buenas, tus consejos están llenos de sabiduría y siempre me has llevado por el buen camino. Ahora ya soy mayor de edad, tengo dieciocho años, puedo afrontar yo solo las cosas… pero, la verdad es que no puedo, madre… Perdóname, os echo mucho de menos, ¡no quiero estar aquí! Sé que desde casa junto a padre y mis hermanos os sentís orgullos de mi, podéis presumir de tener un hijo en el frente. Lo siento por ser un cobarde madre, pero tengo miedo, más del que puedo aguantar. No entiendo esta guerra, no sé cuál es el bando bueno, no sé por qué lucho, no entiendo nada de lo que pasa, solo acato órdenes. El incesante sonido de los fusiles se mezclan con los gritos y llantos de la gente torturando mis oídos día y noche, vivo con una melodía continua de ametralladoras y lluvias constantes de bombarderos. Ya ni hablo, ni pienso porque otros lo hacen por mi, solo me hace falta una frase para salir del paso aquí, “¡A LA ORDEN!”. Dicen que el amor es suficiente para seguir adelante, que hay que luchar por nuestras familias, demostrar lo que valemos, pero ya no tengo el valor para estar en la batalla, las piernas me tiemblan sin parar, no duermo, me cuesta respirar, lloro a escondidas porque no puedo demostrar lo que siento delante de mis compañeros, sé fuerte y lucha me repito constantemente, pero las palabras se pierden en mi mente como las vida la gente que está a mi alrededor, soy la marioneta de un tirano titiritero. Anoche nos lanzaron en paracaídas a una zona nueva de batalla, dicen que somos la mejor compañía jamás vista, «la fuerza de los ochos», nos llaman.
La octava compañía paracaidista, siempre al frente luchando por su patria, por los ideales de un estado, viviendo el conflicto con lealtad y valor. Somos soldados valerosos, abrimos brechas en las filas enemigas, causamos bajas en ellos como si fueran animales y no tenemos remordimientos, pero todo es mentira, pura mentira, solo fachada, una apariencia; los rostros de la gente demuestran lo contrario, sus caras se han tronado sombrías y pálidas, muestran el temor, horror y desamparo que se vive aquí, pero como nos repiten una y otra vez, “¡soldados: o ellos o ustedes!” Madre, para lo que realmente te escribo es para contarte lo que me ocurrió anoche. Me encontraba en el campo de batalla resguardándome del fuego cruzado y la metralla. Como siempre acataba órdenes, teníamos que superar una cota para llegar hasta un punto estratégico que nos serviría de base, para ello era necesario abatir al contrario con toda nuestra fuerza, no escatimamos en munición, ni violencia… Madre, anoche en las trincheras, vi al enemigo correr hacia mi, le apunté con mi fusil y, sin darle tiempo a reaccionar, le disparé; algo raro pasó en ese momento, ya había matado a más gente antes pero, en aquel chico había algo distinto, una luz iluminó su rostro, la cara del enemigo al que asesinaba… Madre, era mi amigo José, mi compañero de la escuela, nuestro vecino, el hijo de Francisca, mi mejor amigo, con quien tanto yo jugué a soldados y a trincheras. Madre, ahora el juego es verdad, no hay risas, solo oscuridad y llantos, no volveremos a jugar jamás, ¡lo están enterrando! Lo siento muchísimo, te pido perdón madre pero, ya no aguanto más aquí, me quiero morir, estoy harto de esta guerra, ¿¡no se dan cuenta que no va a ganar nadie, joder!? Tal vez te vuelva a escribir, pero la próxima vez que lo haga será desde el cielo, donde encontraré a José y jugaremos de nuevo. Madre, ten por seguro que, si mi sangre fuera tinta y mi corazón tintero, con la sangre de mi venas, te escribiría un “TE QUIERO”. Hasta siempre.
*ICARO©
PASO 4: Diego Prendes. Para el grupo, Diego Prendes, no solamente ejerce de batería, también…
PASO 3: Damián Rey. El último en llegar al barco ha sido Dami Rey, desde…
Paso 2: Música y letra. Hace unos meses, en el local de ensayo de Victoria,…
PASO 1: Victoria de Roberto Mon. Creo que como toda anécdota debe de haber un…
Luna Music Studios ha sido el estudio de grabación elegido por Victoria y Miguel Granda…
De la manada soy el último eslabón y, del bosque profundo, su paz interior. Apura…